domingo, 1 de abril de 2018

ELEGÍA TURÍSTICA



Todo es mío y nada me pertenece,
 nada pertenece a la memoria,
todo es mío mientras lo contemplo.
Las diosas, apenas recordadas,
corren el riesgo de perder sus cabezas.
De la ciudad de Samokov sólo queda la lluvia,
 la lluvia y nada más.
 Desde el Louvre hasta la uña
 París se entela.
 Del bulevar Saint-Martin queda una escalinata
 que conduce a la difuminación,
 y, de los puentes de Leningrado,
 sólo, y con suerte, uno y medio.
¡Pobre Upsala,
 con ese trocito de su imponente catedral!
 Desdichado bailarín de Sofía,
 cuerpo sin rostro.
Primero, su rostro sin ojos,
 después, sus ojos sin pupilas,
 y las pupilas de un gato, luego.
 El águila caucasiana sobrevuela
 un desfiladero reconstruido,
 y el oro sin ley del sol
 y las piedras falsificadas.
Todo es mío y nada me pertenece,
 nada pertenece a la memoria,
 todo es mío mientras lo contemplo.
 Inagotables, inabarcables,
 peculiares por una hebra,
 un grano de arena, una gota de agua:
 paisajes.
 Imposible ni de una brizna retener
 una imagen completa.
 Un saludo y un adiós
 en una sola mirada.
Y un solo movimiento del cuello
 para lo que sobra y lo que falta.



Wisława Szymborska










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