la de la mano incógnita
que ya jugó a alcanzar en la carrera
infantil
de policías y ladrones
uno se apodera de la que te lanzará
sobre un charco
debajo de las ruedas
robas la bala de oro la manzana
envenenada
el gen cáncer el gen bacilo de Koch
el gen interminable que te persigue
desde los ancestros
el encomendado para asesinar
La vida te la endosan
la muerte
uno tiene la sensación de elegirla
con fineza reflexivo
titubeando si no habrá otra mejor
más colorida más a la moda
el traje ilícito del sida
y registras en la prensa con confiada
ufanía
ninguna se parece a tu carácter
todas son terquedad por nada
ni la muerte chic de los grandes
atentados
ni los terremotos después del almuerzo
mucho menos el suicidio o el infarto
indecoroso
tampoco aquellas donde se pretende
dejar herencias
de todas las muertes uno selecciona con
pulcritud
y a veces hasta con al irreverente
certeza de aquel refrán
El hueso que está p’a uno no hay
perro que se lo lleve.
Zoé Valdés
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