Hemos
colgado fotografías de Annie Girardot en la cabecera
de
la camay cada noche al dormir ensayamos un diálogo amoroso.
Hemos hecho anotaciones en los libros y señalado en el margen
el día y la hora.
Hemos creído que alguien tomaría esos libros, esas fotos, y
vincularía fechas en busca de alianzas.
Pensamos que alguna vez se ocuparían de nosotros y fuimos
pacientes en la espera.
Muy tarde comprendimos
que frágiles archivos somos, invisibles y puros como esos monjes
que meditan en jardines de arena.
Rafael Felipe Oteriño
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