domingo, 3 de noviembre de 2013

Buenos días, mujeres

Mujeres de la siembra y de la escarcha,
nuevas en la faena de levantar los días,
viejas de antiguos dolores y flagrantes heridas. 
Aquéllas como calles arboladas de hijos,
éstas con las matrices secas tras múltiples hornadas,
y las holladas en el cuerpo y en el alma. 
A todas, a todas, agito mi saludo 
como un pañuelo blanco, y digo 
Buenos días, mujeres,
buenos días hermanas. 

Las que en la madrugada desperezan el sueño
y las que recién encauzan sus cansadas vigilias,
las que trabajan a deshora y en las horas del día,
las que cuidan enfermos, las que curan dolores, 
las que van al mercado, las que cavan los surcos,
las que muelen el grano, 
las que lavan los patios,
las que zurcen y tejen, 
las que amamantan niños y veranos. 
Las que pasean dichas ajenas,
las que enseñan, 
las que tienen familia y las que ni tienen cama, 
las que están encinta y las que dan a luz
partes de sí mismas.
A todas, a todas, agito mi saludo 
como un pañuelo blanco y digo
Buenos días, mujeres,
buenos días, hermanas.

A las que se sacrificaron por habitar los sueños,
a las que no quisieron, a las que pernoctaron
las vigilias del hombre, 
a las que se quedaron a velar a los muertos 
después de la victoria, después de la derrota,
a las que no quisieron partir,
a las que dieron todo y se olvidaron de sí.
A las desposeídas y a las que maduraron,
a las que en los hogares respiran vapores agrios,
a las que esperan siempre 
el milagro de un beso, de una amiga, de un niño, 
a las eternas apasionadas de las vastas hazañas,
a las inspiradoras, a las viudas de recuerdos y desposadas de ensueños,
a las que no se resignan, a las que quieren su parte
en la aventura de los navegantes.
A las altivas mujeres de hoy 
que son enteras como la tierra 
que guarda en su seno la simiente.

A todas, a todas, 
flameo mi saludo como una bandera y digo 
¡Buenos días mujeres, buenos días al mundo!


Fina Warschaver

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