A los cincuenta me nacieron alas.
Dejaron de pesarme los
senos
y los pensamientos que cargaba desde niña.
A las alas
les enseñé a volar
desde mi mente que había volado siempre,
y
comprobé desde el aire
que mientras yo anduve dormida tantos
años
alguien trabajaba afanosamente
recogiendo plumas para
hacer esas alas.
Tuve suerte de que cuando estuvieron hechas
me
encontraron despierta en el reparto.
Begoña Abad
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