Si oyes
correr el agua en las acequias,
su manso sueño pasar entre
penumbras y musgos,
con el apagado sonido de algo
que tiende a
demorarse en la sombra vegetal.
Si tienes suerte y preservas ese
instante
con el temblor de los helechos que no cesa,
con el
atónito limo que se debate
en el cauce inmutable y siempre en
viaje.
Si tienes la paciencia del guijarro,
su voz callada, su
gris acento sin aristas,
y aguardas hasta que la luz haga su
entrada,
es bueno que sepas que allí van a llamarte
con un
nombre nunca antes pronunciado.
Toda la ardua armonía del
mundo
es probable que entonces te sea revelada,
pero sólo por
esta vez.
¿Sabrás, acaso, descifrarla en el rumor del agua
que
se evade sin remedio y para siempre?
Álvaro Mutis
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